Los
internos del patio 14 del establecimiento reclusorio de orden
nacional (ERON) - Picota, denunciamos ante la opinión pública,
nacional e internacional, ante los organismos defensores de Derechos
Humanos, como ante las organizaciones sociales en su conjunto, las
graves deficiencias en la prestación del servicio público de salud
a la población privada de libertad en este centro de reclusión
penitenciario.
Estas
falencias en la asistencia médica a la población reclusa, la cuales
hemos venido denunciando en reiteradas oportunidades sin respuesta
positiva alguna, originaron la muerte cerebral y posterior deceso del
compañero interno Pablo Javier Gómez Sánchez, el pasado sábado 31
de octubre en la madrugada.
El
mencionado interno empezó a padecer desde la mañana del día
anterior, agudos dolores de cabeza en la región occipital acompañado
de una abundante evacuación de orina; síntomas que se hicieron aún
más intensos y preocupantes en las horas de la noche cuando expulso
agua – sangre por boca y nariz.
Pese
a la rápida acción de sus compañeros de celda, así como de los
pabelloneros del patio, no pudo proporcionársele la atención
inmediata del médico de turno (quien tardo 30 minutos en llegar), y
a la carencia de una adecuada estructura sanitaria que hubiese
evitado el fatal desenlace que hoy conocemos.
A
la luz de la Constitución Nacional, la atención de la salud es un
servicio público a cargo del Estado conforme a los principios de
eficiencia, universalidad y solidaridad. Esta obligación reviste
especial atención cuando se trata de personas que nos encontramos en
especiales condiciones de sujeción, como es el caso de la población
reclusa.
En
la aplicación de los tratados internacionales y las normas legales
que cobijan la protección de los derechos de las personas privadas
de libertad, exigimos del Estado Colombiano, en materia de salud, la
atención integral que cubra no solo la asistencia médica, sino
también la creación de programas de prevención que permitan la
detección temprana de enfermedades.
Responsabilizamos
CAPRECOM por ser una entidad inoperante, así mismo al gobierno
colombiano quien a través de entidades nacionales, como el
Ministerio de Protección Social y el Ministerio del Interior y
Justicia, entrega los recursos de la salud de la población
carcelaria a instituciones que hacen de los mismos, su propio botín,
amenazando gravemente los derechos colectivos de una población
vulnerable como somos las personas privadas de la libertad.
De
otra parte, responsabilizamos al general Jorge Ruíz Ramírez,
Director del INPEC; así como al Dr. Cesar Augusto Ceballos, director
del COMEB-PICOTA, por la grave afectación que ha sufrido nuestro
compañero Pablo Javier y demandamos, de los organismos de control
una rigurosa investigación sobre los hechos aquí denunciados.
A
sus familiares, padres, hijos, esposa y hermanos hacemos llegar
nuestra más sentida solidaridad por lo ocurrido y los exhortamos a
seguir adelante en sus investigaciones para que este nuevo hecho
doloroso no quede en la impunidad.
Fraternalmente,
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