Febrero
27 de 2016
Compañero
Miguel
Ángel Beltrán Villegas.
Reciba
un saludo colmado de profunda solidaridad y simpatía con la justa
resistencia que Usted y centenares de hombres y mujeres presas
adelantan en las cárceles y penitenciarías del país.
Leímos
con atención el comunicado público que difundió el pasado 15 de
febrero desde la penitenciaria de máxima seguridad ERON - Picota, en
el que Usted se declara en huelga de hambre; ello nos motivó a
compartirle algunas de nuestras reflexiones y respaldar su digna
postura.
En
el Ejército de Liberación Nacional somos conscientes que las luchas
por la vida y el bienestar de la humanidad se fundan en el amor, cuya
autenticidad es capaz de llevarnos hasta las últimas consecuencias.
Ese fundamento, que ha sido cosecha y fruto de nuestra experiencia en
más de cincuenta años, es lo que nos hace compañeros, al igual que
Usted lo ha expresado, en causas más que justificadas.
Saberse
sometido a los vejámenes de un sistema injusto no es sencillo. Es
propio de valientes sobreponerse a las dificultades y no renunciar a
las motivaciones que nos unen. Conocemos de su trabajo por las
investigaciones que en su labor de académico y docente ha
desarrollo. Pero ha sido, sin duda, la denuncia de una realidad que
cada día asfixia más a los luchadores del pueblo, lo que,
primeramente, ha motivado esta misiva. Si bien la recopilación de
testimonios en las mazmorras encuentra lugar como parte de ese
propósito, el hecho de ser parte, activa y vinculante, de la
resistencia de los presos y presas políticas, es una muestra mayor
de aquello que Usted llama “la defensa de un pensamiento crítico
que articule la teoría con la praxis transformadora”.
En
las prisiones del régimen están recluidas más de nueve mil
colombianos por razones políticas; una parte de ellas ligada a la
insurgencia y otra a la resistencia cívica, ya sea, a través de la
vinculación a movimientos sociales o, como es su caso, mediante la
difusión de ideas progresistas desde la academia y la
intelectualidad. En estos últimos casos, se pretende mostrar la
actividad de disentir y el ejercicio público de la crítica, como un
crimen en el que la insurgencia sirve como pretexto judicial para el
Estado.
Aunque
la rebelión, entendida como el alzamiento armado por razones
altruistas, sea considerada un delito por el establecimiento, los
pueblos del mundo la defienden como un derecho, que ante situaciones
de evidente injusticia, asciende a la dimensión del deber. Por ello,
cuando se efectúa la judicialización de una persona por el presunto
delito de rebelión, no sólo el Estado colombiano se reconoce a sí
mismo como provisto de incolumidad, dueño de una verdad despótica,
sino que se pone de manifiesto la negativa a cualquier búsqueda de
bienestar colectivo, sin importar los medios que se empleen en ella.
La
razón es simple. En Colombia, las vías pacíficas se han agotado
cuando la minoría en el poder recurre a la guerra sucia para
exterminar a la izquierda y la población sufre los peores crímenes
posibles. En tal situación, la radicalidad del disentimiento, la
crítica profunda, no puede verse más que obligada al uso de la
fuerza. La acción de resistir en armas adquiere legitimidad en
virtud de esta realidad.
Sucede
que en más de sesenta años de guerra, el pueblo ha desarrollado
distintas formas de resistencia. Las vías pacíficas y no pacíficas
se han combinado, sin oponerse las unas a las otras; de manera que lo
decisivo, tal como lo vaticinó el comandante guerrillero Camilo
Torres Restrepo, cofundador del Departamento de Sociología de la
Universidad Nacional de Colombia, en la que Usted dictó clases, no
ha residido en la forma bajo la cual la oligarquía entregaría el
poder, si ha de ser de modo pacífico o violento, sino en el hecho
mismo de que debía entregarlo.
Esta
experiencia de combinación de formas de lucha ha sido advertida por
el régimen y, por ello, se considera peligroso no sólo a quien se
arma para derrocar un sistema de injusticias, sino a quien piense en
auténtica distancia del establecimiento. La rebelión como delito ha
llegado a ser imputado por el Estado colombiano por el simple hecho
de producir ideas y proferirlas en su contra.
Al
ser este su caso, Miguel Ángel, y de varias decenas de luchadores
cívicos, imaginar un cambio en esta conducta por parte del
establecimiento, a portas de un proceso de paz, supone un desafío
mayor. Implica, primordialmente, la búsqueda de una verdadera
democracia que comprenda y soporte la crítica, sin que ésta tenga
que ser llevada a la radicalidad de la fuerza para realizarse.
Pero
mientras ello no ocurra, seguiremos experimentando la guerra y, en
consecuencia, la violencia impuesta en los centros reclusorios del
Estado.
Las
huelgas de hambre que Usted y demás compañeros presos políticos
han adelantado exigiendo condiciones básicas de salubridad y respeto
a la integridad personal reciben nuestra profunda admiración y
reconocimiento. Es duro saber que estos son los únicos medios para
gozar de una pequeña atención humanitaria. Preservar la dignidad y
no rendirse ante la adversidad es propio de grandes seres humanos.
Lamentablemente,
coincidimos con Usted en que no es posible confiar en gestos
unilaterales de paz por parte del establecimiento, cuando lo que se
ha visto es licencia para la muerte y una muy sentida mezquindad, que
contradice sus supuestas intenciones.
Una
Nueva Colombia fundada en el diálogo, el entendimiento la pluralidad
y el humanismo, llegará el día en que se haga justicia frente a la
degradación que se impone en las prisiones y cese definitivamente el
terrorismo de Estado, el secuestro y la violencia dirigida a hombres
y mujeres dignamente rebeldes. En ello, tenga la certeza, nos
encontraremos un paso más cerca de la libertad.
Fraternalmente,
Nicolás
Rodríguez Bautista.
Primer
comandante del ELN
Nota
de la Redacción: El profesor de sociología de la Universidad
Nacional, Miguel Ángel Beltrán, detenido y acusado de ser
integrante de las FARC, inició una huelga de hambre el pasado 15 de
febrero, en protesta por las indignantes condiciones en que viven los
reclusos en las cárceles del país. Esta carta del comandante
Nicolás Rodríguez, es una respuesta a otra carta del profesor
Beltrán, en que anuncia su decisión de solidarizarse con las
protestas que están en curso, en las cárceles de Colombia.
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