martes, 4 de agosto de 2015

SOBRE LOS CONTRATOS REALIZADOS CON LA CONTRAPARTE POR: Jeritza Merchán Díaz

Realmente  le doy vueltas  y vueltas  al asunto, y francamente lo que más me sorprende son los silencios, no puedo precisar de que tipo, tampoco de donde provienen, como pueden llegar  a justificarse o legitimarse: miedo(s)?; desconocimientos (s)?, indiferencia(s)?; agradecimientos  máximos?; compromisos irrompibles?; credibilidad desmedida e incondicional????... tantas cosas que desconozco  y que  ameritan  estudios  complejos y completos quizá tan solo  como  lo decía  el maestro Iván David Ortiz Palacios,  para pefilar la (s) pregunta(s) y continuar investigando.

Ante tantas  dudas, solo se me ocurre citar a Carlo Emilio Gadda y su novela " Aprendizaje del dolor",  1963, Barcelona: Seix Barral.

"Nadie  ha conocido la lenta palidez de la negación.
Añas escollaradas de filigrana o de ámbar, cluecas escarlatas entre los niños: ojos y rizos de niños  en los jardines serenos. Y holgazanes de marca arrellenados en sus sitiales donde,  en dibujo de Scamozzi o de Panigarola,  la taracea se ha hecho rara, la imagen se ha articulado en el relato, ha ascendido a poema.  Y santos de plata, mitrados obispos sobre pulvinar, beben la nube colmada,  la  ebria grasura de la gloria.  Pero los momentos del negar, también ésos los mueve  hacia almas cerradas al tiempo,  apuntador tenebroso de una ley de tinieblas [...]

Acaso el hidalgo estaba a punto de negarse  a sí mismo: reivindicando para sí las razones del dolor, el conocimiento y la verdad del dolor, nada dejaba  a la posibilidad. Todo lo agotaba la rapacidad del dolor. Solo quedaba a salvo el escarnio de los designios y de las  apariencias, casi como una máscara trágica en la métopa  del  teatro".

Esa tragedia  solo puede ser superada, cuando asumamos la verdad, no un pedacito de verdad, un tris de  verdad, sino   toda la verdad;  cuando respiremos profundo y preparemos nuestros oídos, ojos y  todos los sentidos  para escuchar, ver y sentir,  escalofriantes historias que también hace parte  de esa verdad. Nos queda una  esperanza: las juventudes, esas mentes  aún frescas,decididas y valientes  que  están  dispuestas  a salir de estas tragedias  que nos  han  venido  siendo  heredadas. Esas   juventudes   que han decidido no apoltronarse  en el pulvinar ni ejercer  como obispos, sino  al contrario  andar, rebuscar e investigar sobre su propia historia para   rebelarse  contra  ella. Eso se llama  dignidad. 

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