“El
hombre solitario es una bestia o un dios”
A
propósito de la controversia suscitada en torno a la responsabilidad de
Virgilio Barco Vargas en el genocidio político contra la Unión Patriótica
La frase con la que titulamos esta reflexión la pronunció
Aristóteles hace más de dos mil años, aún no pierde su vigencia y es más que
pertinente para tratar de explicar la lógica de los debates en defensa de quien
fungiera como presidente del Estado colombiano durante el periodo (1986-1990),
luego de publicada la columna Virgilio
Barco y el exterminio de la UP, publicada el 10 de enero de 2021, como
desarrollo de una investigación periodística adelantada por Alberto Donadío.
Intentar controvertir una investigación periodística como la de Alberto Donadío
en relación con la responsabilidad de un presidente, aduciendo por algunos lo
“buena persona” que era Barco; por otros que éste no sería capaz de gestar el
crimen por padecer alzhéimer; hay quienes incluso le alaban las “bondades” de nombrar los alcaldes Upeistas elegidos por voto popular _
cómo era de esperase era su obligación_ si leen las condiciones ofrecidas, más
no cumplidas por el Estado colombiano al naciente partido político surgido de un intento de Acuerdo de
Paz. Cualesquiera sean las razones esgrimidas por quienes lo aprecian de manera
positiva, no solo lo convertirán en dios, sino en un dios mártir: Barco, será
otra de las víctimas de la historia del genocidio político contra la Unión
Patriótica. Irracional dirán unos, descabellado otros, infame muchos; poco
sorprendente decimos como grupo de investigación, pues no sería la primera vez
que, cómo maniobra del revisionismo histórico, se pretenda poner en la misma
comprensión la categoría de víctima, a los verdugos.
Lo que debemos
entender es que Virgilio Barco, con o sin alzhéimer; buena o mala persona;
bondadoso o siniestro no es el Dios Solitario del relato de
la escritora británica Agatha Christie, era el presidente de la República, por ende el jefe de Estado y de Gobierno, la suprema autoridad
administrativa de Colombia y comandante supremo de
las Fuerzas Armadas, es decir, contaba con todo el poder para convertirse en
bestia. No para denotar el arduo trabajo de los animales que se denominan como
tal, tampoco para calificarlo como coloquialmente se nombran a las personas
dotadas de poca inteligencia, sino para significar la bestialidad en relación
con la perversión.
Otorgarle el título de dios o bestia a Virgilio Barco al
considéresele en su persona, cómo individuo, es más un asunto de criterios,
pasiones personales, experiencias también personales “yo lo conocí”, “yo estuve
cerca”, “yo trabaje con él”, “yo no lo creo capaz”, “yo conocí a su
tatarabuelo”, etc.; respetables los sentimientos y las creencias hacia él ya
sean de simpatía o antipatía, respetables claro. No obstante, el que haya
actuado como presidente de forma bestial contra una identidad política que
acababa de surgir, precisamente como una salida política a un conflicto armado,
no es un asunto personal, es una realidad social, un hecho histórico que hace
parte de la memoria colectiva. La
importancia de la responsabilidad del Estado por acción u omisión en la
perpetración del genocidio político contra la Unión Patriótica no se desvanece,
porque el Jefe de Estado se llame Virgilio Barco. Su responsabilidad por acción
y/u omisión como Jefe de Estado y como
Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas no se puede poner en duda porque
un periodista, que con la licencia
precisamente tiene por ser periodista, para guardar confidencialidad
sobre su una fuente; o porque otros
periodistas y columnistas[1]
del partido liberal y admiradores de Virgilio Barco desestimen la investigación
de Alberto Donadío, o porque algunos
medios llamados alternativos le exijan a una investigación periodística que, en los mismos términos y alcances, actúe como investigación judicial para darle ahí sí
validez.
Son las cifras de
víctimas Upeistas, sometidas a distintas modalidades de eliminación las que
demuestran que el período Barco Vargas
alcanza los mayores índices; son las confesiones que algunos paramilitares reconocen en
contubernio con militares (recordar Virgilio Barco era el comandante en jefe de las Fuerzas Militares) eliminaron individual y
colectivamente Upeistas; es la declaración del consejero presidencial (con
rango ministerial) para la paz del gobierno de Virgilio Barco[2];
son las palabras de dos los mercenarios que implican el gobierno Barco Vargas, entre otras cosas
las que también demuestran a su
responsabilidad:
Dice Rafi Eitan, el 18 de junio de 1990 (recordar
que Virgilio Barco era aún el presidente, su periodo terminó hasta el 7 de
agosto de ese año): En un artículo que
La
revista Semana, publico como “El Mercenario” el cual recrea con el subtítulo
“Yair Kelin (sic), se pasea como Pedro por su casa en Tel
Aviv vendiendo agüita en botella”, cuando
el periodista le pregunta a Rafat Eitan
"Por qué el caso de Klein permanece sin resolver? Una
respuesta la dio al Jerusalem Post hace pocos días Rafael Eitan, miembro del
parlamento israelí y antiguo jefe de Estado Mayor: "Algún día, si se
decide que estas historias se puedan contar se verá que el Estado ha estado
involucrado en actos mil veces más sucios que cualquier cosa que esté
sucediendo en Colombia" [3]
El mismo Klein dice en una entrevista
también publicada por Semana en 2012
Comenzaba el año de 1988 – (gobierno Virgilio Barco),
cuatro meses después de mi primera visita a Colombia, y allí me encontraba de
nuevo. El avión aterrizó en el aeropuerto Eldorado de Bogotá. Me recibió
(Isaac) Shoshani (representante en Colombia de Taas, la industria militar
israelí) con un hombre al que me presentó como Luis Meneses (alias Ariel Otero,
teniente (r) del Ejército, segundo al mando de los paramilitares de Puerto
Boyacá). Me explicó que era un oficial retirado del Ejército Nacional, que
conocía a todo el mundo en la región y que sería mi guía en todo este proceso[4].
(Semana, 2012)
Por lo anterior, es inaceptable que, recurriendo al
reduccionismo, se intente defender lo indefendible, que el Estado colombiano,
durante el periodo (19861990) bajo la presidencia de Virgilio Barco Vargas, no
tuvo nada que ver con la perpetración y aquiescencia del genocidio político
contra la Unión Patriótica, intentar decir que no sabía, que lo engañaron, que
no estuvo presente es normalizar “fue a mis espaldas”, legitimación de
impunidad que ha causado tantos dolores a este país. Pretender negar los hechos
comprobables desacreditando una investigación periodística por no mencionar las
fuentes, es asumir el negacionismo como forma de borramiento de las
responsabilidades del Estado colombiano en el cometimiento del genocidio. Esta
vez la invalidación de la realidad toma como chivo expiatorio un artículo
periodístico y un expresidente, muerto “enfermito” y “buena persona”, pero
ciertamente cuando de desvirtuar la responsabilidad se trate, igual intentaran
convertir en dioses a otras bestias, recordemos
lo que plantea Hannah Arendt en
la Banalidad del mal[5]:
Lo más grave, en el caso de Eichmann, era
precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo,
terrible y terroríficamente normales.
Para quienes aman, admiran, loan, respetan, aluden a los
Belisario Betancur Cuartas; Cesar Gaviria Trujillo; Ernesto Samper Pizano;
Andrés Pastrana Arango; Álvaro Uribe
Vélez; Juan Manuel Santos e Iván Duque; siempre habrá razones para negar el
genocidio político contra la Unión Patriótica, invalidar las
investigaciones que lo demuestran,
macartizar a quienes se atrevan a responsabilizar estos “prohombres”, que al
igual que Virgilio Barco han sido y hoy
uno de ellos es presidente de la
república, jefes de Estado y comandantes
en jefe de las Fuerzas Militares. ¿Si
por cada uno hay excusas, excepciones, entonces cómo se explica un crimen que
aún hoy de manera continua, sistemática se sigue cometiendo hacia una identidad
política como la Unión Patriótica?
Deberíamos aprender de la decencia del colectivo historias
desobedientes, agrupación que está conformada por hijas, hijos y familiares de
miembros de las fuerzas armadas y de seguridad responsables de crímenes de lesa
humanidad durante la última dictadura cívico militar en Argentina, cuando en
palabras de una de las hijas de un torturador dice:
No hubo vuelta atrás.
Él es una persona horrenda y yo no quiero a alguien así en mi vida. Siempre me
repitió que había hecho lo que había que hacer, que había actuado
correctamente, que los crímenes habían sido necesarios. Ah, y no los llamaba
crímenes, claro. Los llamaba 'acciones'.[6]
Es urgente, necesario e indispensable que,
como sociedad, demos el paso y digamos que no queremos a los genocidas como
parte de nuestras vidas. Es igualmente necesario, darle un lugar de
responsabilidad al mal, no banalizarlo más, entender que han sido los hombres
normales, los que han perpetrado barbaries,
vuelve y nos recuerda Arendt, en la obra
anteriormente referida:
En la medida en que realmente pueda
llegarse a superar el pasado,
esa superación consistiría en narrar lo que sucedió.
Por lo tanto, es importante comprender que antes de condenar al narrador, es importante hacerle un juicio al verdugo, que en este caso no es un dios solitario, ni una bestia con incapacidad mental, es un sistema, que implementa unas políticas y ejecuta unas estrategias de eliminación para ello requiere; de una estructura ejecutiva, legislativa, judicial y parainstitucional, que no podrían actuar sin la comandancia y/o aquiescencia de la jefatura regida por unos gobernantes que se llaman presidentes y que se acompañan de gabinetes. La cuestión no es personal, es política La acción no es la retaliación es la restitución de la dignidad a las víctimas, sujetos políticos despojados de sus derechos; el personaje no es Barco, son los protagonistas del genocidio político contra la Unión Patriótica. Negarlo o reducir los hechos, no nos dejará transitar ni política ni éticamente, es cuestión de no tapar los hechos, sino de conocerlos, comprenderlos y transformarnos en nuestra conciencia social y humana; solo así, de alguna manera estaremos siendo artífices no de la ignominia sino de las garantías para que ésta cese y no se repita ¡ Nunca Más!..
Enero 2021.
Grupo de Investigación Genocidio Político contra la Unión
Patriótica
Director Perenne: Iván David Ortiz Palacios
[1] Las opiniones de
Ramiro Bejarano y Felipe Zuleta se pueden consultar en
https://www.semana.com/confidenciales/articulo/la-lluviade-criticas-contra-alberto-donadio-por-su-violenta-denuncia-sin-sustento/202117/
[2] Dr. Carlos Ossa
Escobar, rinde prueba extraprocesal el 2 de junio 2011, ante el Sr. Notario
Miguel Caroprese Méndez, Notaria Tercera del Círculo de Bogotá. Atendiendo al
artículo 113 de la Ley 1395 de 2010.
[3] Puede consultar el
artículo en: https://www.semana.com/nacion/articulo/el-mercenario/13466-3/
[4] Puede consultar el
artículo
en:https://www.semana.com/nacion/articulo/yair-klein-cuenta-su-historia/255142-3/
[5] Arendt, H. (1999) Eichmann en
Jerusalén Un estudio acerca de la banalidad del mal. Barcelona:
Lumen
[6] Escrito de Valeria
Perasso (2020). “Mi padre, el genocida": las hijas de torturadores en
Argentina que rompieron su silencio y contaron el "secreto familiar".https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51223306