"Cuando se
implementa el genocidio, siempre, y simultáneamente, se evidencia formas de
resistencia que redundan en la pelea cotidiana de quienes se niegan a aceptar
ser sometidos a la sistemática eliminación de su existencia material,
simbólica, histórica e ideológica"
Iván David Ortiz Palacios
El Genocidio Político contra el pueblo colombiano, materializado en las tantas
formas del terrorismo de estado, en Colombia, tan vivas hoy como ayer, arraigan
en la conciencia popular y son la levadura del espíritu de las posiciones dictatoriales
que hoy caminan en nuestro país, impulsados por los vientos de derecha que
soplan por el mundo.
La impunidad de los criminales de uniforme oficial, atrae de diversas
formas a buena parte de las organizaciones partidarias que se llaman a sí
mismas “de izquierda” que, con el tiempo, las vemos transitar y correr hacia la
derecha, deshilachando el rio de la libertad y poco a poco, paso a paso,
haciéndose cómplices del olvido de los crímenes de nuestro pueblo, mientras
estos, los crímenes, no frenan, jugándose el control absoluto en los
territorios y el proceso pacificatorio actual, emprendido de tiempo atrás.
La izquierda está siendo sometida a un bombardeo
ideológico que ha inducido el abandono de principios y convicciones. Una tendencia
oportunista que desde entonces y hasta el día de hoy, ha llevado a
organizaciones políticas y armadas a ensayar la nueva rendición incondicional,
de entrega total de concepciones y principios.
Las fuerzas progresistas de la mano de las ONGs se han venido
convirtiendo en operadores de los grandes capitales nacionales y
multinacionales siguiendo políticas trazadas desde muy alto y aplicadas
religiosamente para adentrarnos en el mercado, que, como paso anterior, nos
fractura en mil pedazos. Observamos un gran retroceso que pareciera no tener
fin hacia el olvido y el perdón, la conciliación de clases y la extranjerización de la economía. El horizonte entonces, no se
ha alejado espontáneamente, ha sido alejado por los capataces del capitalismo
que, desde la izquierda, imponen la visión liberal amparados en nuestro
romanticismo, nuestra buena fe y fundamentalmente en nuestra falta de estudiar
a profundidad la realidad que nos circunda.
El radicalismo de las luchas sociales ha sido estigmatizado y criminalizado
y ya desde dentro de nuestras propias luchas y protestas, se escuchan quienes
señalan a nuestros propios compañeros que se atrevan a levantar la voz más
alta, para de esta manera ir logrando integrar a la telaraña mundial del
capital global las fuerzas que se atrevan a estar identificadas con el cambio.
Se nos habla de “democracia” y de su defensa y, se siembra por doquier la expectativa ilusionada en dicha democracia.
Pero se nos olvida el contexto en el que se busca esa democracia, de la que esperamos
su finalidad transformadora, pero de la que debemos tener muy claro, no
acoplarnos a la democracia liberal, porque en nuestro país, la libertad y la
democracia son solo apariencia, de donde se beneficia solo cierta clase social
y algún que otro acomodado pagado con boronas que caen de la mesa de los
poderosos. Mientras recoja sus ganancias, a la clase capitalista no le importa
quien gobierne, el progresismo no se propone terminar con el capitalismo, son
tan liberales como la derecha, colores diferentes en la paleta del mismo
pintor.
La consecuencia de transitar estos caminos del progresismo se refleja en
que al interior de las grandes masas no hay receptividad al mensaje
revolucionario. Su propósito es juntar votos, impidiéndole al movimiento de masas
acercarse a su realidad transmitiendo, la vergüenza de haber sido y el dolor de
ya no ser, la renuncia a la lucha contra el sistema y el capitalismo. Se trata
también de meter grandes masas y sectores sociales, o la manera como las ONGs
han fracturado el movimiento social en ambientalistas, niños, negros,
animalistas, minorías de trabajadoras sexuales (escalón golpeado de la miseria
social) o de los homosexuales (discriminados por salirse de la hegemonía de la
sagrada familia funcional al sistema), y ya fracturados ya no en clases,
sino en sectores como los ha dado en llamar el oenegismo, se trata de llevarnos
al mercado y el consumismo.
Quienes detentan el poder lo saben y por ello cometen el delito autónomo
de Genocidio político, encarcelando, asesinando, desplazando, reprimiendo y
torturando, como continuación del aconductamieno. Es la clase dominante quien
quiebra la paz social, rompe la coexistencia pacífica y acude a los medios
represivos.
Hoy por hoy, a nuestro interior la batalla es de ideas, de lucha
ideológica, para develar confusiones. Los luchadores identificando al enemigo
de clase, fuera y dentro de nuestras organizaciones y descubriendo la necesidad
de defenderse como sea de la violencia institucionalizada, preparando subjetividades
proclives a la lucha por la toma del poder.
El oenegismo es el aval ideológico que socaba la política de la lucha de
clases y el desarrollo comunitario autónomo, orientándolo hacia una vía
controlada y fijada por las agendas de las potencias occidentales y sus
instituciones transnacionales.
Salir de esta espiral de violencia eligiendo nuevos
gobernantes no será ninguna salida con un pueblo fracturado, ideológicamente
cooptado en buena medida, políticamente a merced de las perversidades de
posiciones de izquierda, centro o derecha, sino que debemos buscar nuevos
caminos, entre otros, la organización extensa e intensa de los de abajo, la
constitución de una organización rectora que tenga claro el camino a seguir y
entender el papel de nuevas luchas que vienen ocupando primerísimos lugares
buscando el fin del extractivismo, o
sea de la minería a cielo abierto, los monocultivos, las grandes obras de
infraestructura y la especulación con el suelo urbano, una forma más de
extractivismo.
America Latina ha quedado muy afectada por la globalización neoliberal.
En la división global del trabajo actual, América Latina quedó como la gran
proveedora de productos básicos y perdió la industrialización que se fue a
Asia. Las
luchas por el territorio, que hoy día, son la cuarta guerra mundial contra los
pueblos, adquieren especial importancia siendo parte de la contradicción entre
capitalistas y trabajadores. La lucha por el territorio es hoy más
revolucionaria aun, pues torpedea más de fondo el reparto global que la élite
mundial se propone culminar, la guerra crece contra las comunidades étnicas,
campesinas, y sus territorios.
Las recetas del imperialismo
norteamericano, las multinacionales, la clase dominante mandan privatizar,
acaban con la vida digna y con nuestros derechos. Ya sea el agua, la salud y la
educación, nuestras empresas públicas y nuestras necesidades, que realmente son
derechos en un estado de bienestar y dignidad, pasan a la órbita del mercado.
El no descontento de las masas en tales actos es comprensible al verse
manejadas por el uso de un lenguaje eufemista y engañoso, la propuesta y
propósito se enfoca en diferenciar lo que no es propio y esencial, de todo
aquello que viene promovido y vomitado por una economía de mercado enfocada en
privatizar los derechos.
Si bien, es necesario mediante la lucha organizada
exigir el cumplimiento de los derechos fundamentales, de manera simultánea el
compromiso adquiere carácter esencial al materializar una revolución de los
deberes comunitarios, alertando sobre la malformación que en ocasiones producen
los derechos como fuente inagotable que termina arrancando lo fundamental: que
es el trabajo político, abnegado, auto gestionado y transparente, mediante el
ejercicio de la ética revolucionaria construyendo mujeres y hombres nuevos para
una sociedad en paz con justicia social, por lo tanto, lucharemos contra los
vendajes a los ojos del pueblo, no enfrentaremos la justicia con negocios, no
nos financiaremos alrededor del erario
ni la empresa privada, el trabajo es una creación colectiva y no puede permitirse generar lucro
individual, en el ejercicio de la ética
entendida como la moral crítica debemos ante la adversidad responder con
entusiasmo y alegría, sembrado esperanza en la luchas de nuestro pueblo.
La elección popular
se ha convertido en una maquinaria más en el proceso electorero del país,
porque el voto es comprado y las elecciones se ganan en la registraduría. Por
lo tanto, la democracia es una farsa que hay que desenmascarar.
Sobre esa base,
requerimos de una organización política rectora que tenga la suficiente
claridad política e ideológica, organizadora de las masas y educadora de las
mismas, para la toma del poder político, porque mientras tanto, seguiremos
derrotados, por lo tanto, aceptamos la responsabilidad de la construcción de un partido o movimiento
de masas, mediante la educación y la formación de las bases, materializando Escuelas
de Liderazgo Territorial como un compromiso socio cultural, político,
organizativo, que pretende formar, educar, cualificar, informar, fortalecer,
dinamizar y posicionar el debate en torno a la participación en los diversos
procesos de la participación política en Colombia, la escuela ira dirigida a
todo el territorio nacional llegando a quienes desean y le apuestan a la
diversidad, al reconocimiento de la singularidad, la diferencia, la pluralidad
y el dialogo constructivo y propositivo que ve en la democracias un espacio
social auto gestionado donde la libertad sea efectiva, social y concreta.
No es posible siquiera imaginarse un
escenario de paz en Colombia, sin que el país tramite política, social,
cultural y humanamente, el lastre histórico de la costumbre política de la
eliminación del otro oponente, costumbre que se ha hecho habito y que hoy se
quiere volver norma en el estado colombiano. La memoria activa, la rememoración
permanente y la conmemoración política, exige que todos los colombianos que hemos
padecido las consecuencias del crimen genocida que continua cometiéndose contra
los dirigentes campesinos y populares, intelectuales, actores sociales,
movimientos cívicos, no olvidemos a la Unión Patriótica como posibilidad real
de paz truncada por el establecimiento colombiano y accionemos el derecho a la
memoria, exijamos respeto a nuestra identidad, defendamos nuestros territorios,
retomemos los principios y la ética revolucionaria, actuemos en consecuencia
con la historia de nuestro país, la cual podemos transformar.
Bogotá 18 de agosto
de 2019